miércoles, 14 de marzo de 2012

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Ella caminaba por la calle, a cada paso una lágrima abandonaba sus ojos. Los pájaros cantaban felices la llegada de la primavera, pero, ella intentó ignorar su alegría no compartida. Un profundo odio hacia ellos surgió de su maltrecho corazón. Ella también quería cantar llena de dicha, mas esa tarde le habían negado ese derecho.
-¡Callaros de una vez! -comenzó a gritar al cielo.- ¡ Estúpidos pajarracos!¡Dejadme en paz!
Las aves enmudecieron. Esa chica que hacía una hora había reído al oír su canto ahora parecía odiarles.¿Qué había sucedido en el transcurso de esa hora? Menos mal que los pájaros tenían un defensor.
-Que genio tenemos hoy. ¿Nos ha bajado la regla?¿O tal vez un pájaro inocente a echo sus necesidades en ti?Pobre pajarillo,¿no ves que no sabía que hacía?
La voz surgió a su espalda.Masculina y burlona. Una voz que anteriormente poseía el poder de hacerla suspirar, aunque, todo lo que le había transmitido esa voz anteriormente se había esfumado.
Restregó sus manos por sus ojos y así, al menos, intentar dejar de llorar, pero sin éxito.
El hecho de que no se girara comenzó a preocupar al muchacho. Ella se giro. Él le observaba con su sonrisa burlona. En sus brazos mantenía dos cascos de moto, que daba a entender que pronto estaría acompañado seguro por alguna chica.
-Alex, lárgate,vete con algunas de tus ligues.
Había querido decirlo con voz fuerte y dura, pero se quedo en intentó, sus palabras salieron rotas desde su garganta, mostrando así su debilidad.
- ¿Maci, estas bien?
-Te he dicho que te vallas.¡No quiero verte!
Maci echó a correr, pero Alex pronto le dio alcance. Aferro fuerte su brazo.
-No se que ha sucedido antes de que yo llegara. Tampoco quiero que me lo cuentes, pero ahora lo olvidaras, te subirás conmigo en la moto e iremos a tomar un helado.
Alex no esperó su replica, coloco el segundo casco en su cabeza y la cogió en brazos.
-Bueno... ¿qué me dices?
- El mío lo quiero de chocolate.- dijo ya sin que su voz temblara lo más mínimo.
Los pájaros observaban, desde su árbol, a los dos jóvenes que ya volaban por la ciudad en busca de un helado.
Tanto tiempo Maci había buscado ir con él en esa moto y ahora cuando ya no lo deseaba lo había conseguido.
Nunca pensó que esa tarde sería acompañada por Alex, su antiguo amor ya olvidado. Esta tarde, si todo hubiera salido bien, hubiera estado con otro chico, muy diferente a Alex, aunque, seguramente, Alex no le haría esperar una hora como había echo él, Lulso, como ella le llamaba.
Bueno, de nada servía lamentarse, no era la primera vez que quedaba con él y Lulso siempre se echaba a atrás en el último momento. Pero algo había cambiado esta vez, no le mando ningún mensaje, ni la llamo para decirle alguna escusa. Simplemente no dio señales de vida.
La noche anterior mantuvieron una corta conversación, en la que pactaron lugar y hora.
Maci había abierto el Tuenti con la esperanza de que Lulso hubiera tenido la misma idea.
Efectivamente él pensó como ella y ahí se encontraba.
-¡Lulso!¡Lulso! Mañana te veo. ¿O esta vez tampoco puedes?
Como constantemente sucedía, Lulso tardaba en contestar, y como habitualmente el corazón de Maci se disparaba mientras esperaba su respuesta.
-No te preocupes, mi mariquita, mañana nos veremos por fin.-respondió Lulso.
-Eso ya lo dijiste la semana pasada y la pasada, y luego me mandaste un mensaje diciendo que no podías.
-Esta vez te prometo no faltar.
Y con esta promesa se fue.
De vuelta en la moto de Alex, Maci murmuro:
-Tus promesas no valen nada.
La última lágrima cayo, ya eran demasiadas por culpa de él, ninguna más caería.
Alex aparcó frente a una heladería.
-Bueno, nuestro trayecto finalizó.-Alex posó sus grandes manos sobre las suyas, que habían permanecido en su cintura todo el trayecto.- Que suaves son tus manos de princesas.- se las acercó a la boca y las besó.- Muy suaves.




Bonitos recuerdos eran, su última tarde con él, pues ya nunca le volvió a ver, debido al hallazgo de una pequeña esfera rosada en su almohada. Aparentemente inofensiva, aparentemente, pues resultó ser la causa de su desaparición. A la mañana siguiente, cuando su madre fue a despertarla se encontró la cama vacía, sin Maci y sin la diminuta bola. Se habían esfumado de la noche a la mañana, aunque Maci no fue la única que abandono sus sueños sin dejar rastro, varios jóvenes de su misma ciudad también lo hicieron.
Todo ello había sucedido meses atrás. En un principio fueron buscados, pero  la mayoría ya no conservaba esperanza de encontrar a esos jóvenes, simplemente creían que la tierra los había devorado. Mas no todos lo creían, todavía existía una persona que no renunciaba en su busca.
Lanzó la esfera contra la pared de su celda. Los fragmentos se precipitaron contra las tristes baldosas.
-¡Joder! Dejadme salir, quiero volver a esa vida, mi antigua vida.- Maci gritó sin parar de llorar y golpeando con sus manos de princesa las paredes grises que comenzaban a teñirse de rojo.- ¿Por qué encontraría aquella esfera? ¡Maldita bola!- se acercó a la esfera ya recompuesta y saltó sobre ella.- ¡Te odio! ¡Te odio!- cogió cada fragmento y los tiró a lo largo del habitáculo.
Los fragmentos se fueron juntando, pero Maci ya no lo evitaba, sollozaba sobre el suelo, mientras repetía sin cesar.
- No pude ser... Yo no quería... No pue...
Una voz interrumpió su monologo. Era impersonal, fría y cruel. Procedía de las paredes y avanzaba llenando la mente de Maci con sus vacías palabras.
No era la primera vez que ella la oía, prácticamente había sido su única compañía en su encierro. No sabía con certeza cuanto tiempo llevaba recluida, bien podías ser días, semanas o meses, ella lo desconocía.
-Taif rosa, debe no destruir su isae, sino copera nunca saldrá de su cautiverio, colabore y podrá pasar al centro de entrenamiento.
-¡No quiero ir a ningún centro! ¡Quiero ser libre! ¡Quiero volver con Alex!
- Le será concedida su libertad al terminar el entrenamiento.
Maci se incorporo. ¿Libertad? Aquella voz nunca habló de la posibilidad de abandonar aquel horroroso lugar.
- Si acede a acudir al adiestramiento, será llevada a otras instalaciones más cómodas, en las cuales podrá relacionarse con otros taifs. ¿Aceptas?
¿Más taifs? ¿Era posible que hubiera más gente como ella?
- Acepto.
Al pronunciar la última sílaba, una de las paredes se abrió, dejando entrar una luz que cegó a Maci.